EL QUIJOTE VAGABUNDO

 

Foto: Carlomagno

Todas las mañanas se llena de optimismo, aunque la situación esté jodida. Su sabiduría va de la mano con los ideales del trato amigable hacia la gente; toma su maletín cargado de libros y pasa ofreciendo los buenos días a toda aquella persona que se encuentra en su camino. Sonríe, dice una palabra de aliento, si no le parece una postura lo externa. Convive, habla y habla; recuerda anécdotas a pesar de que el “alemán” lo asedia.

Se acomoda la barba y sigue su travesía el Quijote Vagabundo, pregona la buena voluntad y deja a un lado el tiempo del reloj para mostrarle a dos infantes el libro mágico.

-          ¡Miren amiguitos! Les presento el libro mágico.

-          A ver, sopla la laminita. No tanto, ya me tiraste basurita en los ojos. – le dice con asombro a la niña.

La imagen de una paloma aleteando en su vuelo genera que los niños se queden con la boca abierta.

-          ¿Cómo lo hizo señor?

-          Es el libro mágico, ¡tú lo haces mágico!

La sonrisa de los padres los convierte en dos niños más, la edad se alejó de la imaginación. El Quijote Vagabundo sigue y les menciona que dentro de cada libro hay magia. Después del acto, se aleja. Les agradece y sigue su camino.

Entre cuadra y cuadra el Quijote no termina de alegrar los corazones que se han perdido entre el tedio de la rutina. Suena su teléfono. - ¿bueno? – responde.  Por supuesto que ahí estaré – el ánimo le provoca brillo en su mirada.

Por la tarde se reúne con otros amigos locos que se dicen ser artistas o historiadores, al final, creen saber de todo. La tarde se extiende y el café posee sabor artesanal.

-          Un americano y un vaso con agua, por favor.

Es lo que pide.  Se acomoda los lentes para compartirnos otra de sus anécdotas volviéndose en historias enganchadas que no llegan a su final. Pienso que si el Quijote Vagabundo las escribiera podría hacer fácilmente un libro con relatos curiosos de todo lo que ha vivido. 

-          Mañana estaré en una escuela, me revitaliza leerles a los niños. Es lo más sincero que puede uno encontrar.

-          ¿Quién te acompañará?

-          Estoy viendo si llevar al Chango Marango, pero se cotiza y el “Armanos” me sale caro traerlo desde Arabia.

-          Dile al caballero elegante, ese que se viste como en la década de los 20´s.

-          A ver si quiere ir, sino me llevo al Chango por la fuerza.

Al siguiente día el Quijote Vagabundo vuelve a tomar su maletín con libros y llenándose de optimismo emprende camino a la escuela. Al llegar, es recibido con mucho afecto, le invitan el desayuno y se dispone a compartir las historias de los libros. Las niñas y los niños miran con alegría cada historia y participan efusivamente. Un niño por poco se lleva al Chango y el Armanos lo rescató.

El Quijote Vagabundo sembró en aquella comunidad infantil la simple belleza de imaginar al leer. De convertir un barco de papel en un chaleco salvavidas y del nacimiento de los frutos en las cúpulas de algún árbol humano.

-          Maestro Quijote, ¡le felicito!, ¿cómo logra cautivar a los niños?

-          Dejen que lean lo que les guste, hagan divertidas las historias – respondió.

Después de la comida el Quijote Vagabundo tomó su maletín de libros y emprendió su regreso a casa. Sabe que la situación está jodida y aun así nos llena de su optimismo de que podemos mirar otro mundo diferente por medio de los libros y la lectura de ellos.

Cervantes se sentiría honrado al mirarlo andar.

Autor: Ismael Illescas Rmz.

D.R.

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En honor a la gran labor de Francisco Miguel Carballido Rosas como Mediador de Salas de Lectura y Promotor Cultural.